Del Instituto Linares a Egipto
12 de Abril de 2018
Desde la Revista FCh Informa queremos destacar a algunos exalumnos que reflejan los valores que los colegios marianistas les han transmitido. Nuestra primera destacada viene del Instituto Linares y aquí nos cuenta su historia.

Mi nombre es Antonia León. Entré al colegio Instituto Linares el año 2001 a Prekínder. Pertenecí a este colegio por 14 años y me tocó un curso bien diverso, de músicos, artistas, de harto desorden y pocas matemáticas. En tercero medio tomé el electivo humanista y mi monografía de fin del curso se basó en el Acoso Callejero. Digo esto para introducir el tema que me convoca, el feminismo y cómo la idea de la igualdad de los géneros y los derechos de las mujeres se venía metiendo en mi cabeza y mi corazón desde mucho antes de mi llegada a la Universidad.

Hasta tercero básico mis profesoras fueron exclusivamente mujeres. Mujeres amorosas que nos enseñaron los números y las palabras, o sea, si no fuera por ellas, no podría estar contándoles esta historia, ni ustedes leyéndola. Y las figuras femeninas siguieron estando presentes en mi crecimiento.

También pertenecí al Movimiento Faustino desde sexto básico, participé en cuanto concurso de inglés pude y conseguí una beca de intercambio el 2014, la que me permitió vivir 6 meses en Nueva Zelanda. Volví, fui presidenta del Centro de Estudiantes del Instituto Linares en 2015 y durante todos esos años fui parte de trabajos de invierno y de verano, de misiones, de campamentos; dediqué todo mi periodo escolar a estar en movimiento, en constante cambio, en constante acción. Era tanta la furia que me causaba el mundo que habitamos que reclamar no era suficiente, la acción tampoco, pero aportaba más que las palabras. “A tiempos nuevos, métodos nuevos”, decía Guillermo José.

Actualmente me encuentro cursando tercer año de la carrera de Antropología en la Universidad de Concepción, la misma carrera que todavía está escrita en la ficha que llené en segundo medio cuando elegía mi diferenciado, respondiendo a la pregunta: ¿qué te gustaría estudiar?

Un día cualquiera se me acercó una persona a preguntarme si tenía experiencia como voluntaria, le respondí que sí y me habló de la posibilidad de realizar un intercambio como voluntaria al país que yo quisiera con AIESEC, la asociación más grande de jóvenes voluntarios del mundo, quienes ofrecen experiencias de voluntariado siguiendo los lineamientos de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas. 

Tuve siempre muy claro que el objetivo que me interesaba era el de “Igualdad de Género”, entonces empecé a buscar países que ofrecieran oportunidades de proyectos con este objetivo. De casualidad apareció Egipto, un país totalmente distinto, con una cultura y religión muy particular, muy afín con mi carrera también, por ser la cuna del conocimiento, el apogeo de la arqueología y me cayó como anillo al dedo. Llegué a Egipto un día 14, y el 15 ya estaba trabajando. Trabajé en un centro para mujeres refugiadas de Siria. En este lugar se ofrece apoyo y contención a las refugiadas y nosotras dábamos clases de inglés, de baile y de francés, con el objetivo de empoderarlas y entregarles nuevas habilidades. Eran un grupo desde los 20 hasta los 70 años, todas con una historia distinta sobre cómo llegaron a Egipto, algunas con vergüenza, pero todas con muchas ganas de aprender.

El segundo trabajo fue acompañar a niñas y niños de un orfanato, quienes abarcan desde 0 a 19 años. Este trabajo fue duro; comunicarse, ser amables, tratar con pequeñas personas que están aprendiendo el mundo tanto como nosotras, crear lazos tan fuertes que dolía despedirse todas las tarde, aunque fueras a volver al día siguiente. 

El último trabajo que me asignaron fue de investigación. Tuve que estudiar, entrevistar, preguntar, escuchar, fotografiar, todo lo que pudiera estar relacionado a la vida de las mujeres en Egipto, a la brecha que crea la desigualdad de género, la violencia de género que viven las egipcias (que es muy similar a la que vivimos nosotras), cómo la entienden, cómo la asimilan, cómo la significan. A través de esto, debimos crear espacios de conversación y discusión donde se trataba de generar estrategias para enfrentar estos problemas, desde nuestra realidad, con ayuda de nuestras amigas, educando a nuestros hijos e hijas, hablando, nunca callando.

Vivir esta oportunidad fue un sueño y un verdadero honor. Me siento infinitamente afortunada de todo lo que vi, de todo lo que sentí, de todo lo que escuché y todo lo que probé, lo volvería a hacer mil veces.

Me gustaría aprovechar la oportunidad de agradecer a mis profesoras y profesores, a las y los paradocentes, administrativos y a quienes fueron estuvieron en una gran parte de mi vida, quienes me enseñaron el respeto y la tolerancia, quienes me dieron esta herramienta hermosa que son las palabras, quienes me enseñaron que la fe, sea cual sea, siempre hallará su fin en el amor. Agradezco infinitamente la imagen de las mujeres que se me mostró, ejemplificado en María como ejemplo de valentía en vez de sumisión, de determinación en lugar de obediencia, y así la infinidad de cosas que me quedan por agradecer, para la cuales no me alcanzan ni las letras ni la vida. Gracias por enseñarme a ser agradecida, también.

Mi consejo para quienes aún se encuentran cursando la educación secundaria, especialmente a los cuartos medios, es que sean valientes, cariñosos, alegres y amables; que, sea lo que sea que sueñen, reúnan la fuerza para seguir ese sueño, que siempre dejen que su fe sea mayor que sus miedos, que sean lo suficientemente fuertes para amar todos los días por un motivo distinto, que sean respetuosos y tolerantes, que se dejen asombrar por la belleza de la diversidad humana y que dejen que la gente toque sus corazones. 

Siempre luchen por lo que creen: la boca está para hablar, para gritar, y para morder si es necesario. No callen las injusticias, sean humildes en sus acciones y en sus almas; pedir perdón nos hace grandes. Nunca olviden que cada experiencia es una aventura y que no es necesario hacer grandes cosas para cambiar el mundo. Nuestras acciones nos definen todos los días, cómo nos relacionamos y cómo enfrentamos el mundo. Y a mis queridísimas mujeres: Ante la duda, tienen razón.

Espero de corazón que consigan lo que se proponen, desde ya me siento muy orgullosa de todo lo que van a lograr. Me despido con un abrazo.

Antonia León

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